Un hermoso cielo azul se extendía por todo el horizonte, en lo alto del cenit el sol brillaba deslumbrante abrazando con su calor a la ciudad, las gaviotas agitaban sin parar sus alas revoloteando alrededor del rio en busca de comida y a lo lejos se escuchaban las notas de una linda melodía en las voces del grupo Air Supply. Era un día perfecto y ahí estaba yo…sentada en una de las bancas que están colocadas frente al río. El dulce olor embriagaba mis sentidos, la cálida brisa acariciaba mi rostro suavemente: Qué hermosa sensación de paz, que me hacía olvidar mis penas y me adentraba a un mundo de tranquilidad y armonía. Solo cerré mis ojos y me deje llevar.
Un tierno beso en mi mejilla y un aroma muy familiar me hicieron abrir los ojos abruptamente para encontrarme con una mirada tierna, llena de amor. Al reconocer quién era la persona frente a mí, lo abrace con desesperación, hacía tiempo no lo veía, lágrimas de felicidad comenzaron a rodar por mis mejillas. Por fin estaba ahí frente a mí, proporcionándome la más hermosa mirada, transmitiéndome todo el amor que sé que ha sentido por mí, tanto como yo por él.
Se sentó a mi lado y comenzamos a platicar de lo que ha sido de mi vida en estos años, de sus hijos y de tantos temas. Sin querer el tiempo voló y de repente me di cuenta que el sol se había ocultado, dando paso a miles de estrellas encendidas en el cielo reflejadas en la majestuosidad del rio. Los dos observamos tan esplendoroso espectáculo, me recargue en su hombro y en un suave susurro le dije: Te amo. Como respuesta, sus manos se deslizaron sobre mis hombros, volteando mi rostro hacia él, se inclinó sobre mí y me beso con suavidad, acariciando mis labios con ternura, amor y deseo. Cerré mis ojos al sentir las llamas de ese amor que había estado reprimido por tanto tiempo, transmitiéndole en ese beso todo lo que lo amaba y todo lo que lo había extrañado, saboreando el dulce néctar de sus labios.
A lo lejos podía escuchar un sonido muy persistente, trataba de no hacer caso, no quería interrumpir ese momento tan íntimo, pero cada vez lo escuchaba más cerca, abrí los ojos y me di cuenta de que era mi reloj despertador lo que sonaba. Una gran desilusión se apoderó de mí, había sido solo un sueño. Sin embargo aún podía sentir en mis labios el calor de ese beso que mi esposo me había dado, su alma había venido a visitarme para darme consuelo después de casi cinco años de haber fallecido, de extrañarlo desde lo más profundo de mi ser. En silencio le agradecí por esta dulce ensoñación y le pedí que me espere en el cielo para cuando sea mi turno de dejar la tierra, mientras tanto la vida sigue y yo con ella. Ese sueño ha quedado en mi corazón y en mi mente para siempre.
Autor: Xóchitl Moreno U.