Enfrentarse a un diagnóstico de insuficiencia renal y que el médico de forma tan fría te diga, “si tiene los cuidados necesarios tendrá a lo mucho 15 años de vida a menos que se realice un trasplante de riñón”.
Una de las primeras situaciones que enfrenta no solo este tipo de pacientes sino cualquiera que le diagnostiquen una enfermedad crónica degenerativa es la frialdad del médico al decir el diagnóstico y para el paciente es un shock emocional y en segundos pasa por la mente toda su vida, lo que ha hecho y lo que no y a partir de ahí la vida cambia totalmente.
La insuficiencia renal crónica (IRC) consiste en una disminución progresiva de la función renal que alcanza un nivel inferior al 10% en la insuficiencia renal crónica terminal, durante el cual se hace necesaria para la supervivencia, la implementación de un tratamiento sustitutivo de la función renal mediante trasplante o diálisis (peritoneal continua o hemodiálisis), 2 o 3 días a la semana por cuatro horas.
Sin embargo casi nadie se pregunta qué pasa en el alma, en el interior de ese grandioso ser humano, ciertamente lo primero es la incertidumbre de lo que pasará con su vida a raíz de esta situación y la preguntas incuestionables son:
¿Cómo haré frente económicamente a esta enfermedad?
¿Quién me cuidará cuando ya no pueda tener movilidad motriz?
¿Quién me llevara a mis sesiones de diálisis?
¿Viviré lo suficiente para ver a mis hijos o nietos crecer, si es que no me realizo un trasplante?
Toda esta incertidumbre tiene al paciente en una constante ansiedad pues normalmente las personas no desean ser una carga para los hijos y familiares, si el paciente es mujer, que ha desarrollado el papel de madre y padre y ha sido el pilar de una familia esta pesadumbre es más fuerte, que muy difícilmente lo hará del conocimiento de los familiares, sin embargo no implica que no le duela, que no lo sufre en su interior.
El paciente entra en un duelo anticipado que vivirá todos los días de su vida, sin embargo Dios le ha dado un gran regalo, el hacerlo más consciente de su propia vida y muchos de ellos tratarán de dejar sus asuntos en regla y decir a sus familiares cuanto los ama. Así también habrá otros pacientes que sufran de enojo y se vuelvan agresivos reflejando a través de ello el profundo miedo y lo desprotegidos que se sienten. La mayoría de los pacientes lloran en la soledad del rincón más preciado, ese lugar que sienten que es su refugio, ahí es donde desahogan todas esas lágrimas de impotencia y desilusión pues las ganas de vivir son inmensas aunque no lo expresen.
El paciente puede padecer, ansiedad, depresión, irritabilidad, que son señales de ese sentimiento de desesperación y angustia que siente.
¿Qué esperanza podemos darle a nuestro familiar?
El antídoto del miedo es la esperanza y como familiares le pueden ofrecer al paciente:
1.- Compartir con ellos tiempo a través del acompañamiento, no lo dejen solo tanto tiempo, si bien el paciente puede perder movilidad motriz, en casa puede hacer algunas cosas, como juegos de mesa
2.- Ayudarle a controlar el malestar a través del control de los síntomas (proporcionar los medicamentos en tiempo y forma)
3.- La pérdida de la independencia provoca un sentimiento en el paciente de enojo, se le puede ayudar proporcionándole la máxima autonomía hasta donde se pueda
La comunicación emocional a través del contacto físico es más directa y eficaz que la que se transmite con palabras. El amor es un lenguaje universal que no tiene etnia, ni religión, ni color, ni bandera, ni himno, ni patria, díganle a su familiar cuanto le aman, háganlo sentirse amado(a)
Lo recomendable es llevar al paciente con tanatologo que le pueda ayudar en este proceso tan doloroso para él (ella)
Tanatologa
Xóchitl Moreno Uscanga